viernes, 6 de febrero de 2015

A Floreta Susín

          Cumple ahora el segundo cabodaño de la marcha de Angelines y mi recuerdo para con ella sigue estando muy presente. Es tal, que llegada esta fecha, me he animado a compartir esta remembranza con tod@s vosotr@s. No pienso contar ni lo que hizo en vida ni lo que dejó de hacer, ni nada sobre sus virtudes o defectos. Símplemente pretendo rendirle mi sencillo y personal homenaje.

          Recuerdo que durante algunas épocas Angelines frecuentaba Oliván lo mismo que si fuera una vecina más. Posiblemente hubiera alguna razón o simplemente fuera casualidad aunque lo cierto es que nunca le dí más importancia. Muchas veces pasaba montada sobre un viejo Lada Niva mientras que los últimos tiempos lo hizo a bordo de un Nissan Terrano blanco. Cuando no dispuso de vehículo alguno debido a las múltiples averías de los mismos, tampoco se le rasgaron las vestiduras por subir y bajar andando. Su objetivo no era otro que el de llegar como fuera a Susín pues allí se sentía a gusto y feliz, igual que una floreta al sol de primavera. Cuando no tenía coche la veías por la mañana que marchaba toda ligera camino de Susín. Si a su paso se topaba con algún vecino de Oliván no dudaba en saludar y darle conversación. Muchas veces se fue acompañada de mi perro Tolo al cual apreciaba con locura. Yo creo que era en gran medida porque echaba en falta a sus durante años fieles perros guardianes Güé y Pelopín. Otras veces, sobre todo en otoño o invierno, cuando el día alcorza más, solía hacer el camino de regreso con la noche ya bien entrada. Seguramente no debía encontrar el momento para marchar de Susín y apuraba allí las horas de luz al máximo.

Angelines radiante el día que se celebró la boda en Susín. Foto: Cartagra
         En esa tesitura me la encontré muchas tardes y noches por Oliván y tras el saludo de rigor ambos entablámos numerosas y cordiales charradas. A la vista de su prolongación le solía proponer irnos a casa para seguir hablando un rato más y librarnos así del frío. Después siempre pasaba lo mismo. Le proponía bajarla en mi cohe hasta Sabiñánigo y ella nunca quería. Me decía que Oscar estaba al llegar para recojerla y bajarla a Sabiñánigo. Mientras tanto ella no paraba de hablar, comentar y preguntar. Desde el primer momento lo hacía con esas ganas y esa energía que irradiaba que hasta conseguía transmitirme algo de optimismo y alegría que siempre resultan bienvenidos. Yo creo que eso era así porque Angelines aún seguía imbuida en ese estado de felicidad que le proporcionaba el haber pasado toda la jornada en su universo de Susín. En esas charradas me habló de sus proyectos, de sus dudas y temores, de sus sensaciones o de su sueño por conseguir una recuperación auténtica de Susín. Igualmente se atrevió a confesarme algunos sinsabores que la vida le había proporcionado. Debo reconocer que también hubo algunas ocasiones en las que surgieron discrepancias entre ambos que a veces hasta consiguieron alterarme. Pero a nuestro siguiente encuentro, cuando nos dábamos cuenta, ya estábamos nuevamente enzarzados en otra conversación.

            Casa Malláu, su casa, fue siempre como un foco de atracción para gente muy dispar. Unos subían hasta Susín porque ya la conocían, ya fueran sus numerosos amigos franceses o bien otros provenientes de cualquier provincia española. También fueron muchos los que llegaron a Susín sin referencia alguna y casi todos quedaban sorprendidos cuando la conocían. Angelines no dudaba en hablar con ellos, en preguntarles por su procedencia, por su ocupación o el motivo de su presencia allí. Les contaba mil y una cuestiones que giraban en torno a Susín y si se terciaba hasta les invitaba a su casa donde les mostraba su lugar de culto, el fogaril. A muchos de esos visitantes me los encontré ya de regreso en Oliván donde habían dejado el coche y en más de una ocasión me contaron su grata experiencia tras haberla conocido. De hecho, gracias a esa predisposición de Angelines a conversar con todo el mundo y a ofrecerse casi para cualquier menester, Susín acabó acogiendo un evento inesperado.

          Así, en el verano de 2007 la implicación de Angelines permitió llevar a cabo la celebración nupcial de una joven pareja madrileña. Los días de los preparativos Susín recobró una actividad jamás vista, y con ella, el espíritu y el rostro de Angelines parecieron rejuvenecer. No dejaba de repetir los años que hacía que no se celebraba una boda en Susín. Como de un tiempo a esta parte me he tornáu un esmemoriáu lamento reconocer que ahora mismo ni me acuerdo de la cifra pero puede que rondara el siglo. El caso es que el día de la boda llegaron numerosos invitad@s atavidos con vaporosos vestidos de diseño, pamelas y sombrillas, corbatas y trajes de chaqué que lucieron como nunca antes habían visto las calles y eras de Susín. Y ella?... Ay ella¡... Ese día Angelines era la floreta más radiante de todo Susín y redolada. Más si cabe aún que la propia novia, que ya es mucho decir. Angelines estaba llena de alegría, exultante y feliz tanto por la celebración en sí como por contemplar Susín rebosante de vida, tan animado y tan colorido. 

            Siempre me quedará ese recuerdo...


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