viernes, 10 de abril de 2015

El Proceso de compra-venta de los montes de Huesca (1)



      Una vez publicadas en el BOE las disposiciones mentadas en las anteriores entradas ya puede decirse que la suerte estaba echada para un buen número de pueblos del Prepirineo oscense. Pero aún habrían de aparecer nuevas publicaciones en este diario oficial que servirían para dejar bien atados los planes forestales de aquél gobierno autoritario. En previsión del posible rechazo a aquellos planes por parte de un número de vecinos que entonces no se conocía muy bien, se decidió declarar el interés público de los trabajos de repoblación así como la necesidad y urgencia de su ocupación. A lo largo de los años de máximo apogeo del PFE en nuestra provincia se publicaron un buen número de ellos. A continuación se relacionan algunos de ellos (1):
      - Decreto 11- Enero-1952: Afectó a montes de las Sierras de Alcubierre y Lanaja.
      - Decreto 5-Septiembre-1952: afectó a montes de la comarca del Río Guarga.

      - Decreto 6-Noviembre-1953: afectó a montes de la finca "Solanilla" en Gésera.

      - Decreto 8-Julio1955: Afectó a la "Pardina Isábal" en término municipal de  Barbenuta

      - Decreto 21-Julio-1955: Montes en la zona de Güé, en el término de Larrés.

      - Decreto 13-Mayo-1955: afectó a montes dentro de los términos de Bescós de la
        Garcipollera, Acín y Castiello de Jaca.

      - Decreto 22-Septiembre-1955: Afectó a montes del término municipal de Latre.

      - Decreto 18-Noviembre-1955: Afectó a montes en los términos de Guasa, Espuéndolas y
        Cartirana.

      - Decreto 25-Noviembre-1955: Afectó a montes de Tierra de Biescas incluídos dentro de
        los términos municipales de Escuer, Senegüé y Oliván.

      - Decreto 9 de diciembre de 1955: Afectó a montes situados en los términos de Boráu y
        Castiello de Jaca.

      - Decreto 22-Enero-1956: Afectó a los montes "Castillo de Orús", "San Juan Bajo" y "La
        Galocha", en el término de Cuarte, Huesca y Almudévar.

      - Decreto 14-Mayo-1956: Afectó a montes en los términos de Guasillo, Caniás y Araguás
        del Solano.

      - Decreto 8-Febrero-1957: Afectó a los montes ubicados en los términos municipales de
        Javierrelatre, Latre y Latrás de Orna de Gállego.

      - Decreto 21-Marzo-1958: afectó a montes en los términos de Ayerbe, Sarsamarcuello y
        Riglos.

      - Decreto 11-Abril-1958: Afectó a montes del término de Aquilué.

      - Decreto 5-Septiembre-1958: Afectó a montes en los términos de Mediano, Coscojuela de
        Sobrarbe, Castejón de Sobrarbe, Sta. María de Buil, Arcusa, Ainsa y Guaso.
Encabezado de uno de los numerosos decretos publicados en el BOE por el régimen franquista. 
Foto: Archivo Cartaga

      A partir de ese momento bien podría decirse que todo cuando sucediera en los mismos podría enmarcarse perfectamente dentro de una crónica de muerte ya anunciada. Sin embargo, me da la sensación que la gran mayoría de los vecinos afectados no fueron conscientes de la gravedad de aquella situación y sólo el paso del tiempo y los acontecimientos se encargarían de mostrarles aquella realidad. Lo cierto es que de esta situación tampoco he podido recabar ni testimonios directos ni escritos que ayuden a interpretar en detalle cómo se recibieron aquellas noticias, cómo se interpretaron o cómo las encajaron. Pero llegaría un día en el que lo que hasta entonces habían sido rumores comenzaría a hacerse realidad. Seguramente serían noticias llegadas desde un ayuntamiento o la visita a la zona de algún ingeniero de montes con las novedades en cuestión. Había llegado el momento que seguramente una gran mayoría no debía querer que llegara. Pero también hay que señalar aquí, que también fueron numerosos vecinos los que veían con buenos ojos la posibilidad de dejar el pueblo para ir a vivir a otro lado. 

      No resulta difícil ponerse en lugar de cualquiera de los cabeza de familia de aquellas casas en aquél momento tan crucial. Por su cabeza debieron pasar mil y un recuerdos que se remontarían varias generaciones atrás, recuerdos que les fueron transmitidos por sus padres y por su abuelos. La trayectoria seguida desde hacía décadas hasta llegar a ese momento prácticamente había sido idéntica para todas las familias de los pueblos afectados: trabajo duro y sacrificado en un contexto de autosuficiencia, pelea constante para sacar la familia adelante, escasez cuando no falta de dinero, obtención del máximo provecho de los campos de cultivo y de las reses, etc. A partir del punto de inflexión que supuso la aprobación de aquellas disposiciones, las perspectivas y los planteamientos resultaron ser variados. Los planes de futuro para aquellos amos comenzaron a tomar derroteros que acabaron resultando prácticamente opuestos si bien los mismos quedarían reducidos básicamente a dos clases.

      Por un lado estarían aquellos que veían con buenos ojos la opción de vender sus propiedades al PFE. Para todos ellos la primera duda a aclarar era la cuestión económica. Es decir, necesitaban saber cuánto dinero iban a percibir por la venta de sus fincas tanto de cultivo como de monte. Deseaban que la cantidad que pudieran obtener habría de ser suficiente como para poder emprender una nueva vida en otro lado. En el objetivo inmediato de muchos de los que se posicionaron a favor de vender yacía la posibilidad de irse a vivir a alguno de los incipientes núcleos industriales que habían aparecido en la provincia oscense desde principios del siglo XX como eran Sabiñánigo o Monzón. Otros tampoco tuvieron ningún reparo en fijar su objetivo en ciudades más alejadas como Huesca, Lérida, Zaragoza o incluso Barcelona. Alguno de aquellos amos tenía la referencia cercana de algún soltero o tión que ya había abandonado la unidad familiar hacía un tiempo quien se había instalado en alguna de esas ciudades. Por este motivo veían muy atractiva la oportunidad de dejarlo todo atrás, cambiar por completo el esquema y pasar a ganarse la vida cobrando un jornal fijo cada mes. Un jornal que obtendrían a cambio de una jornada de trabajo que tenía hora de inicio y de finalización y no jornadas interminables de sol a sol que era lo único que ellos conocían hasta entonces (2).   

      Con el dinero obtenido por la venta de sus terrenos podrían adquirir en propiedad o bien en alquiler -de patrona- una casa que seguramente reuniría unas condiciones de habitabilidad muy superiores a las de sus casas del pueblo. Pero además de esa capitalización a costa de su patrimonio, también tendrían garantizado un acceso rápido al médico en caso de enfermedad y dejarían atrás aquellas largas y penosas esperas hasta que el médico llegaba a lomos de un burro tras varias horas de camino. Y no menos importante para aquellos cabezas de familia sería la cuestión de la educación de sus hijos pues podrían garantizarles su asistencia al colegio y completar cada curso escolar sin interrupciones. Hasta entonces la escolarización habría sido seguramente muy precaria. O bien tenían que desplazarse los niños caminando hasta la escuela del pueblo vecino, o bien durante varios meses del curso no habría escuela por falta de maestra debido a causas varias. En otros muchos casos, aun habiendo maestra, los hijos de aquellos amos debían ayudar en las tareas de casa las cuales solían ser prioritarias frente a la asistencia a la escuela.

      En el otro lado de la balanza estarían todos aquellos que no querían abandonar el pueblo y defendían a ultranza continuar viviendo del mismo modo que lo habían realizado las últimas generaciones de sus casas. Era lo que siempre habían venido haciendo, y al mismo tiempo, lo único que sabían hacer por lo que ellos querían seguir ganándose la vida gracias a la agricultura y a la ganadería. No veían con buenos ojos la posibilidad de abandonar el pueblo y vivir en un nuevo sitio ganando un jornal en la industria, en la construcción o cualquier otro sector. No concebían de ningún modo la idea de cerrar definitivamente la casa que les había visto nacer y crecer pues era donde querían seguir criando a sus hijos. Deseaban seguir haciéndose cargo de unas casas que tanto esfuerzo les había costado mantener e incluso ampliar conforme lo habían requerido las necesidades. Seguramente que los amos de esas casas también estarían condicionados en buena medida por la opinión de sus padres quienes posiblemente, debido a su edad, tampoco debían ser partidarios a sus años de abandonar del pueblo y marchar vete tú a saber dónde.





Fuentes y Bibliografía:

 (1): Fondo Documental del Monte; Ministerio de Agricultura y Medio Ambiente, Madrid.

(2): Pinos y Penas en tiempos del Patrimonio; Carlos Tarazona Grasa, 2006.




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